Wednesday, September 14, 2016

El ninguneo del trabajo bien hecho

En estos días en los que la política está decepcionando por su falta de seriedad y eficacia, no se ha hablado ni una palabra de lo que está pasando con los investigadores, se habla de fuga de cerebros y de falta de financiación de la ciencia española, pero el verdadero drama está como en otros ámbitos, el ninguneo a los recursos humanos, desde su formación hasta su integración.
Desde que empezó la crisis, los programas de reclutamiento de investigadores en las instituciones públicas se han ido suspendiendo o reduciendo a niveles dramáticos, por lo que a los más mayores se nos acabaron las opciones, se da paso a una élite de jóvenes investigadores “excelentes” que se llevan los contratos más interesantes y, por tanto, más competitivos. Pero son muy pocos, ¿qué pasa con el resto de la masa investigadora?

En mi caso, llevo más de 15 años trabajando en ciencia, 10 en el extranjero,  y tuve la suerte de incorporarme con un contrato de la Fundación Puerta de Hierro gracias a un nuevo (y único) programa de incorporación de investigadores externos. Me lancé de cabeza sin pensar: tres años de contrato (2014-2017), 15000 euros de financiación para reactivos y un puesto técnico de laboratorio para comenzar a formar mi propia línea de investigación independiente (algo que es muy difícil a estas alturas). A cambio, yo me comprometía a conseguir financiación externa y a negociar mi integración en la plantilla de la Fundación con un servicio clínico pasados esos tres años.

Por mi parte, enseguida conseguí la financiación externa; una subvención de 100.000 euros del Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO) para llevar a cabo el proyecto propuesto a la fundación sobre una enfermedad rara: el síndrome de Lowe. Además, llegué a un acuerdo con el servicio de Neurología, con el que pedimos otra subvención del Instituto Carlos III en Esclerosis Múltiple que también fue concedida, para que me acogieran como investigadora senior y cubrieran los gastos de futuros contratos. Mientras, el proyecto se desarrolló como planificado. Primero contactamos con la Asociación de pacientes del síndrome de Lowe (ASLE) los cuales donaron una lupa de disección al laboratorio y me cedieron muestras de los pacientes (estamos hablando de biopsias en niños) con las que montamos un biobanco en el Hospital Puerta de Hierro. Además pude participar en un crowdfunding organizado por el Hospital Sant Joan de Déu para montar una plataforma tecnológica de Enfermedades Raras (Rarecommons.org). Gracias a la financiación del MINECO y las colaboraciones externas que conseguí, pude llevar a cabo los experimentos propuestos y contratar mano de obra investigadora.

Pero la Fundación empezó a retirarme su apoyo. En primer lugar me quitaron la financiación de 15000 euros a partir del segundo año, alegando que yo ya tenía mi propia financiación. Tampoco me apoyaron cuando salieron las convocatorias de contratación de investigadores del Instituto Carlos III y, alegando de nuevo falta de dinero, no pude presentar mi solicitud, por lo que no podría incorporarme a la plantilla de la fundación después de finalizar mi contrato en 2017. Solo se necesitaban cubrir las cuotas patronales (6000-12000 euros anuales) de un contrato pagado por el ministerio para trabajar en la fundación con mi línea de investigación. Por tanto perdí de nuevo la oportunidad de integrarme al sistema de investigación español.

Finalmente, y aunque estábamos consiguiendo muchos resultados en el laboratorio, el 28 de Junio de 2016 me llamaron al despacho del director para decirme que cancelaban el programa y que me despedían, un año antes de cumplirse el contrato. Alegaban que mi línea de investigación no era rentable, que no cumplíamos los objetivos y que la fundación necesitaba cambiar de estrategia. Estas alegaciones son inéditas en ciencia, ya que en una Fundación sin ánimo de lucro, la rentabilidad en investigación no tiene cabida, sobretodo si está financiada por dinero público. Con respecto a la estrategia, nunca se ha hablado de la línea de trabajo que la fundación quiere llevar a cabo durante el tiempo que llevo yo allí, aunque si se ha mantenido de manera insistente en todas las comparecencias del director científico de la fundación en que ha habido una gestión penosa por parte de los directores ejecutivos en los últimos dos años y que faltaba dinero para mantener a flote la fundación. Por tanto, las verdaderas razones son económicas, en ningún momento se han tomado en cuenta las razones científicas de mi despido, ya que los objetivos de mi propuesta si se estaban cumpliendo, como he probado en cada uno de mis informes anuales que, sospecho, nunca se han leído.

Las consecuencias de esta mala gestión son un proyecto del ministerio sin terminar (todavía estaba vigente y no se han publicado los resultados de la investigación), dinero público malgastado ya que no me dejan acceder al centro ni a utilizar los reactivos en otro laboratorio colaborador en el que estaría dispuesta a trabajar gratis (y que se quedarán en una nevera sin utilizar), dejar una investigación subvencionada también por la Asociación de pacientes del Síndrome de Lowe sin terminar y con la perspectiva de encontrar posibles tratamientos a largo plazo, y por último, aunque no menos grave, finiquitar la carrera de una investigadora que, sin ser excelente, ha conseguido llegar bastante lejos tal y como están las cosas.

Creo que algo grave está pasando en nuestras instituciones. Cuando se toman decisiones de este tipo y de esta manera, es que las cosas no se están haciendo bien. Que yo esté en la calle sin perspectiva de futuro es lo de menos, ya me buscaré la vida, pero esos dirigentes siguen aún ahí, sabiendo que sus gestiones no tienen sentido, que son incapaces de ver inversiones y apuestas a largo plazo, que las consecuencias de sus decisiones implican dinero de todos, pero sobretodo, que son indiferentes al trabajo bien hecho y a la esperanza de los que apuestan por ello. De todas maneras, es lo que estamos viendo todos los días en política, quizá ya estamos acostumbrados a ello.


Mónica Fernández Monreal

Investigadora en paro.

Presentación

Me llamo Mónica. He sido investigadora en biología desde hace más de 15 años. Y sí, el doctorado cuenta, que aunque os creéis que nuestros estudios son infinitos, somos verdaderos trabajadores desde que acabamos la carrera. 
He vivido en varios países. Empecé en Francia, primero de Erasmus, acabando mi licenciatura de bioquímica, y empezando mi carrera científica con el doctorado. Caen fué muy importante para mi, donde tengo grandes amigos y guardo muy buenos recuerdos. De hecho, mis relaciones amorosas españolas se acabaron allí, formé más tarde una familia que me ata de manera permanente a la Galia.
Pasé también por Estados Unidos. Pero ojo, no viví en cualquier sitio, me instalé en New York por varios años, donde maduré personal y profesionalmente. También pude viajar mucho y conocer gente de todas partes, por lo que se me bajaron los humos y la prepotencia. Me cambió por completo la visión del mundo. Considero que allí empezó todo. Lo podéis seguir aquí.
Después volví a España, con mucha ilusión y bastante agotada de mi estancia en el extranjero. Eso hay que saberlo, la soledad cansa y es mejor vivirlo todo con un apoyo logístico familiar. Aunque cuesta mucho salir adelante en ciencia, pude hacerme un hueco hasta hoy, teniendo incluso mi propio laboratorio con financiación propia. Todo un lujo. Y en Madrid, una ciudad que me encanta y que disfruto a diario.
Pero como en este país las cosas se hacen mal con la excusa de la falta de dinero, pues me encuentro ahora mismo en la calle y sin futuro. Desde hace un par de meses. No contemplo tener trabajo en ciencia en el próximo año, por lo que me dedico a buscar otras opciones aquí y en Francia, disfrutar de la familia mientras pueda, e intentar no estar demasiado cabreada.
Una de estas opciones es exponer todo lo que me ha estado rondando por la cabeza estos últimos años, las frustraciones que nunca te da tiempo a imprimir y divulgar. Desde ciencia a política, pasando por las redes sociales para aprender nuevas formas de comunicación. Y sobretodo, ya que no tenemos voz en la sociedad actual, explicar cómo funciona la ciencia para que todos entendamos que hace falta de manera urgente no solo reformar el sistema científico español, sino concienciar a las instituciones que el dinero que estamos poniendo sirve para algo.
Espero que lo disfrutéis...



M.